Sillón de Hermandad Redención Salesiana de Jerez

El oro de la fe

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Cada golpe de mi pincel es una oración, cada hoja de oro que se adhiere, un acto de devoción. No es solo dorar madera, es encenderla con la luz de la fe, darle brillo a lo que es sagrado, a lo que cada Jueves Santo será testigo del fervor de un pueblo.

El sillón de la Cátedra no es un simple asiento, es un trono de humildad y grandeza, un símbolo que trasciende el tiempo y se viste de gloria para acompañar al Señor en su Pasión. Cuando mis manos recorren su estructura barroca, siento el peso de la historia, el latido de generaciones que han entregado su alma a esta Hermandad.

El oro no es solo un metal precioso, es el reflejo del sacrificio, del esfuerzo de quienes cuidan cada detalle, de quienes ponen su corazón en cada curva, en cada filigrana. No hay en este dorado solo técnica, hay fe encendida, hay manos que elevan su arte como un tributo, como una promesa cumplida.

En cada rincón de este sillón habita el alma cofrade. Los ángeles que lo adornan parecen susurrar plegarias, las flores labradas se abren como ofrendas, y las patas, con su fuerza solemne, sostienen no solo la madera, sino el peso de una devoción centenaria.

graduado en conservacion y restauracion de bienes culturales
dorador cofrade

Cuando lo veo terminado, bañado en esa luz celestial que el oro le otorga, sé que mi labor ha valido la pena. Sé que cada hora, cada suspiro frente a esta obra, ha sido un diálogo silencioso con el Señor. Y cuando la procesión lo lleve al encuentro de su gente, cuando las velas iluminen su resplandor, sabré que algo de mí se ha quedado en él, brillando para siempre en la memoria de la Hermandad.

Porque el dorado es más que un oficio. Es, en su esencia, la manera en que la fe se convierte en luz.